¡ Usemos y abusemos de las soluciones externas !
Para asegurarnos una protección efectiva, es indispensable complementar nuestra protección natural con ayudas externas. Por ejemplo, elijamos un protector solar cuyo índice de protección UV se ajuste a nuestro tipo de piel y apliquémoslo en capas gruesas cada 2 horas en las partes expuestas de nuestro cuerpo. También cuidemos nuestros ojos usando gafas de sol con monturas envolventes, equipadas con lentes filtrantes anti-UV de categorías 3 o 4 (norma de la Comunidad Europea). Prefiramos la ropa de colores oscuros con fibras tejidas densas, o mejor aún, con el símbolo UPF (Factor de Protección Solar). Como toque final, ¡no olvidemos el sombrero o la gorra de ala ancha! Más allá de proteger nuestra cabeza, protegen nuestros ojos, nuestra cara, nuestras orejas y nuestro cuello.
Adaptemos un grado de vigilancia máximo.
No todos somos iguales frente al sol y debemos tener en cuenta nuestro fototipo para adaptar el nivel de seguridad. Cuanto más clara sea nuestra piel, más vulnerable será al sol y más protección necesitará. Si está cubierta de muchos lunares (más de 50 distribuidos por todo el cuerpo), debemos prestar especial atención a la protección y consultar regularmente a un dermatólogo para vigilar su apariencia. En cualquier caso, evitemos las exposiciones demasiado intensas, sabiendo que la radiación solar es 5 veces más fuerte en la altitud o cerca del ecuador que en los países del norte, y que en Francia alcanza su punto máximo a principios de julio. Evitemos exponernos entre las 11 a. m. y la 1 p. m. (horas solares de verano) o entre la 1 p. m. y las 3 p. m. (horas legales). Por último, tengamos mucho cuidado en la nieve (que refleja hasta el 90 % de la luz) y en la playa (la arena seca refleja entre el 15 y el 25 %).